"Salas: un veintiocho de Diciembre"

Por problemas con el blog, no he podido ir actualizandolo desde hace días. Pero ahora vuelvo a las andadas...

Me levanté temprano para coger la Feve en Avilés, dirección Pravia. El tiempo que pasé en el tren lo ocupé en cotillear un poco por la ventana (la luz era espectacular) y con Los Delinquentes amenizándome el viaje, una buena forma de empezar con energía la mañana. Al llegar a Pravia, me esperaba Lara. Ella iba a ser mi "guía" particular a lo largo de la jornada. -Pobrecilla, ¡no sabía a lo que se enfrentaba!-. Lo primero que hicimos fue tomar un café en la propia estación, con las prisas no me había dado tiempo a tomarlo en casa y yo sin un café no doi palo al agua. Tras
ponernos al día, cogimos el coche. Destino: Salas.



Salimos de Pravia. Tras recorrer 28km, dejando atrás localidades como Cornellana, Casazorrina o Mallecin, llegamos a Salas, más conocida como "la Puerta del Occidente de Asturias". Lara me propuso subir a la Capilla del Viso. Cada 15 de agosto se celebra la Romería de Nuestra Señora del Viso, patrona de Salas. Para llegar, existen dos rutas: una a pie y otra en coche. Por falta de tiempo optamos por lo segundo. Tras ascender 5 kilómetros por una carretera asediada por multitud de árboles, llegamos a la capilla, desde donde se observa todo Salas. Me llamó la atención las pintadas que los fieles dejaban en las paredes de la propia capilla en forma de agradecimientos y peticiones a su patrona. Algunos de ellos repetían hasta "grafifti", unicamente variaba la fecha. En una de las pintadas se notaba que su autor, tenía gran conocimiento del uso del color. - ¡Anda que no daba el cante ese rojo sobre el blanco de la capilla!. La petición decía así: "Virgen del Viso, que María encuentre la felicidad". -Pues María, espero que la hayas encontrado-.

Del Viso nos fuímos al Pico Aguión y a medida que ascendíamos (con Los Stukas de fondo), Lara me relataba, entre otras cosas, la existencia de caballos en libertad, que campan a sus anchas por el lugar. No tenía previsto ver nieve este dia, pero aún quedaban restos de la nevada que días anteriores había caido sobre la zona. Desde lo alto de El Aguión, se divisa una vista espectacular, además de multitud de molinos de viento que acentuan la verticalidad del paisaje. Es una de las mejores panorámicas del centro-occidente de Asturias. Pasamos por Lavio y Las Rubias, hicimos una parada para fotografiar una de las pintadas que se podía observar en una casa abandonada al lado de la carretera. El caso es que aprovechando el Proyecto, me ha dado por recopilar pintadas que voy encotrando en los lugares por los que paso. Si, uno que se aburre...

Seguimos por Ablanedo, La Espina, Salas, para acabar en Cornellana
. En esta localidad, se encuentra el Real Monasterio de San Salvador, actualmente en muy malas condiciones. La iluminación que había a esas horas, proyectaba sobre el jardín colindante la sombra de la Cruz que preside el monasterio. Pasear por aquella zona me recordó una de las numerosas excursiones de colegio en las que nuestro único interés era comernos tranquilamente el bocadillo de chorizo y nuestras "chucherias". Como cambian las cosas con el paso de los años.

Cruz del Monasterio de San Salvador. Cornellana (Salas). 2010

Regresamos a Salas, dimos una vuelta por el parque a través de la tarima de madera que recorre el rio. Es bastante curioso, porque parte del tramo queda sumergido cuando sube el cauce. Era hora de comer, y aunque la jornada la realizaba practicamente en coche, había que reponer fuerzas. Lara me llevó a comer a "El Cobertizo". Tiene un comedor muy acogedor, en el que apenas entran veinte personas. Una tabla de patatas y un par de bocadillos fue nuestro menú. En la carta, el nombre de los bocadillos hacían referencia a fenómenos metereológicos. Picazo se pondría las botas entre Relámpagos, Truenos, Torbellinos y otros tantos. Para beber sidra, ¡que no falte!...

De nuevo cogimos ruta para conocer pueblos como Poles, la Arcellana, la Mallecina, la Arquera... Con tanta curva , en mi estómago la sidra y la comida hacian un coctel explosivo, pero bueno, la conductora lo hacía bastante bien y no hubo que hacer ninguna parada inesperada. Acabamos en Malleza, tierra de indianos. Esta buena guía, me sugirió subir al mirador de Somao. Ya estaba anocheciendo y como último destino, acabamos en la playa de San Pedro de la Rivera. De camino, nos cruzamos con un "rebaño muyeres", que me recordó aquellos tiempos en los que "mi güela" me dejaba en casa con "mi güelo" y marchaba a caminar con las vecinas. Que tiempos aquellos... Hacía años que no iba a esta playa. Allí pasé varias Nocheviejas, un buen sitio para dar la bienvenida al nuevo año rodeado de mi familia y amigos.

Muyeres. Carretera Somao-Pravia. 2010

Era hora de regresar a Pravia para coger el tren. En el camino de vuelta, hablábamos distendidamente sobre como había ido el día, cuando de repente un flashazo nos hizó protagonistas de esa foto que nadie quiere, es decir, ese flash que siempre acaba en multa. Parece que quieren hacer caja antes de acabar el año y siguen demostrando que lo de recaudar lo hacen bastante bien. Era 28 de diciembre. -¿Se tratará de una inocentada?-...

Llegamos a la estación. Mientras me despedía, un grupo de chicas adolescentes se amontonó en la entrada. Venian con un felpudo, marcos de fotos, maletas... no sé de dónde salieron, pero daba la impresión de que habían dado el golpe del siglo en el IKEA. Pretendian hacerse una foto, parecía que les estaba costando, así que me ofrecí a hacérsela. Me dieron la cámara, no sin antes activar el flash y decirme: -Solo tienes que apretar aquí-. Si es que así da gusto... Me puse delante de ellas, tras gritos de: - ¿Se ve el felpudo?-. Me dieron las gracias, no sin antes percátarse de que el felpudo había salido. Importante.

Ya en el tren, saqué la cámara y empecé a ojear las fotos que había hecho. Llegó el revisor ticando los billetes. Se quedó plantado delante de mí. En esta ocasion he de decir que me invadia la tranquilidad, porque llevaba billete... no como en otras ocasiones. Me miró fijamente, hasta que me espetó un: -¡Que cámara es?-. Ahí intuí que le gustaba la fotografía. Esto dio pie a una conversación que duro hasta mi llegada a Avilés, si llego a ir a Madrid juraria que este hombre seguiría hablando. Hasta intentó venderme un objetivo, pero no lo consiguió. Un tio listo el revisor. Me despedí con un: -Suerte con la venta-. Haber si vuelvo a coger la misma línea y con un poco de suerte no me cobra el billete...


Y como no, muchas gracias por este día Lara, ¡me has ayudado mucho!.


"Vuelta a La Trapa"

He vuelto a La Trapa (Colunga). Pero en esta ocasión, para pasar allí la noche y poder disfrutar más de todo aquello. Llegue a Colunga en autobús a eso de la una y media de la tarde, después de hacer varias paradas, una de ellas Lastres (que anoto en mi agenda, por cierto). Desde Colunga a la trapa, el trayecto lo realice en coche.

El recibimiento fue el de siempre, con un buen menú de bienvenida. Para empezar, Marisa me tenía preparada una sopa de marisco. Aquí ya metí la pata, que raro. He de decir que me encantan los pimientos y en el plato flotaba sobre la sopa algo que se le parecía. Aquello fue lo primero que me lleve a la boca. El caso es que se trataba de una "super guindilla" (el color y el tamaño era el mismo que el de los pimientos rojos en lata del Alimerka, lo juro). -¡Joder!-. Como me ardía la garganta. Para continuar, un buen plato de picadillo y huevos fritos con patatas. Como acompamiento, unos buenos tortos de maíz. Vamos... ¡de pecado!.

Después de comer, caminar era la mejor receta para bajar todo lo que me había metido en el cuerpo. Teresa, la hija de Marisa, me llevó a dar una vuelta hasta un palacio abandonado que hay por la zona. Para llegar a él, hay que bajar una gran pendiente, en la que estuve a punto de caerme varias ocasiones. Soy un patoso desde que tengo uso de razón. Al llegar y ver todo aquello, pude acercarme a una capilla, situada en el mismo lugar. Al parecer hace tiempo que San Antonio no limpiaba el polvo... La verdad es que no soy muy dado a fotografiar santos, pero ver aquel rincón en tales condiciones, me dió pie a fotografiarlo, pues tengo cierta debilidad por los sitios abandonados. Hora de volver a casa y reflexionar sobre el por qué de no haberme comido un yogur desnatado. El caso es que me costó "sudor y lagrimas" subir por aquella pendiente. Creo que al llegar a casa la comida ya se había desintegrado.

Capilla San Antonio. La Trapa (Colunga). 2010

Después de comer, Francisco, el hijo mayor de Marisa, trajo en su tractor una buena carga de leña para atizar la cocina. Tocaba descargarla y echarla al montón. Estuve ayudándoles un poco, hasta que le dije en tono irónico a Marisa: -¡Yo no vengo aquí a trabajar, vengo a hacer fotos!, ¿me estas explotando?. Ya sé porque me das tanto de comer...-. Marisa, como no, siempre con una sonrisa de oreja a oreja, como de costumbre y con una fuerza para trabajar que más de uno ya la quisiera, lanzaba aquellos trozos de madera como si de bolas de papel se trataran. Esta mujer no para, "ye un torbellino".

Marisa Ruíz descargando leña. La Trapa (Colunga). 2010

Estuvimos hablando largo y tendido hasta la hora de la cena. Se estaba muy cómodo, al lado de esa cocina de carbón a la que alimentaba cada poco y cuidaba con mimo de que no se apagase. Fuera hacía bastante frío. Tras la cena, la acompañé a "cebar a les vaques" y a dar de comer a sus siete perros, ¡que menudo saque tienen!.

Francisco sabía que me interesaba fotografiar algún "bicho viviente" en su hábitat natural. Por aquella zona hay muchos cazadores y él lo lleva en la sangre. Como apunte, deciros que el lema del escudo de Libardón es "Libardón, cuna de hombres audaces" y uno de los símbolos que le acompaña es el de un jabalí. Después de la cena me puse unas botas, ropa de abrigo y nos subimos en el todoterreno para emprender la salida. Recorrimos la carretera que une La Trapa con los pueblos vecinos y, como conocedor de la zona, Francisco paraba el coche en todos aquellos tramos en los que podía haber algún que otro jabalí. Allí estábamos. En el silencio de la noche, roto únicamente por el pisar sobre las hojas entre los árboles de los animales salvajes. Los extraños en aquel momento éramos nosotros.

Parecía que no era nuestra noche, así que nos metimos con el coche monte arriba por un terreno de tierra, barro y muy desnivelado, al que sería imposible acceder con cualquier otro vehículo. Nos bajamos en varias ocasiones, pero la suerte no era nuestra aliada, hasta que pudimos ver en una zona abierta, ayudados de una linterna, a la cría de un gamo que no tardó en desaparecer.

Subida al monte. La Trapa (Colunga). 2010

Decidimos regresar a casa, pero no sin antes hacer una última batida. Rastreamos de nuevo la zona. Paramos el coche, ante un silencio sepulcral. Francisco escuchaba atento. Volvimos a coger el todoterreno y después de rodar unos metros, mientras ojeaba las fotos que tenía en la cámara, Francisco salta: -¡Ahí están, mira!-. Eran seis o siete Jabalís, justo en el medio de la carretera. Es temporada de celo y suelen andar en grupo. Me fue imposible tomar una fotografía decente y la única toma que guardo podría asemejarse a un avistamiento de ovnis (quien esté interesado en ver la foto, solo tiene que decírmelo, pero no para mandarla a Cuarto Milenio). Coño, creerme, los vi. Me dijo que me bajase del coche y dejase las puertas abiertas. Le pregunté, como ignorante que soy en este tema, si me harían algo, a lo que contestó que no, a no ser que estuviesen heridos o se sintiesen atacados. Se fueron poco a poco, acabando por perderse tras los matorrales en un abrir y cerrar de ojos. Volvimos a casa con las manos vacías (sin una fotografía decente de aquel instante), pero vamos, yo me sentí como un niño después de todo aquello.

A la espera del jabalí. La Trapa (Colunga). 2010

Me desperté temprano, porque tenía la intención de ver la neblina que suele haber por la zona, pero el cielo estaba completamente despejado. Después de desayunar un buen tazón de café, acompañado de una tarta de hojaldre rellena de flanin (made in Marisa), mi anfitriona me dijo: - Voy a arrancar a Poti (su coche sin carnet), ¿te atreves a subir conmigo no?-. No sé como entré dentro, pero lo hice. Es increíble el manejo que tiene al volante. Yo iba acojonado. ¡Como daba las curvas!. Subimos al Alto del Fito, aun hoy desconozco como lo conseguimos, pero si, ¡fue gracias a Poti!. Yo pensaba que nos íbamos a quedar por el camino, pero ella lo tenía todo controlado. Es más, voy a recomendarla para la próxima Subida Internacional al Fito, me autoproclamo como su patrocinador. A medida que íbamos subiendo, la niebla era cada vez más espesa. ¡Por fin la dichosa niebla que tanto buscaba!. Decidí apearme antes de llegar a lo alto, le dije que me esperase arriba del todo. Subí tranquilamente, disfrutando de todo aquello, unas vistas impresionantes de Colunga, Lastres y demás. Para caerse la baba.

Niebla en lo Alto del Fito. El Fito (Parres). 2010

Era hora de volver a La Trapa. Había que comer y además, venían invitados. Pasé la tarde relajado, charlando con aquellas personas, encantadoras. Fue el broche final a mi estancia en aquel lugar. Muchas gracias, Marisa y CIA.

"Oviedo: capital de las compras"

Dicen que Asturias es una tierra llena de contrastes. Es cierto, pero a esta frase se le puede dar lecturas diferentes, depende de cada uno. ¿Por qué llego a esta conclusión?. Es fácil, hace unos días estaba en las cercanías del Sueve y días después me encontraba haciendo fotos en el centro de Oviedo. El frío que hacía ese día se asemejaba al que me encontré en La Trapa, pero es imposible que se me vengan a la cabeza más semejanzas.

En la capital el ir y venir de gente desconocida es constante. Cada uno va a lo suyo. Da igual que te pisen, nadie te dirige la mirada. Un "hola", un "buenas tardes", únicamente se reciben en esos momentos de rigor, como cuando vas a comprar tus zapatos de nueva temporada, por poner un ejemplo. En La Trapa, se conoce todo el mundo, incluso al que llega de fuera le tratan como a uno más y siempre tienen una palabra agradable para el "extraño".

Comencé a hacer fotos justo al bajarme del tren, caminé a lo largo de toda Uría, hasta el Parque San Francisco, para acabar dando la vuelta y plantarme justo delante de la puerta del Corte Inglés (o lo que es lo mismo, La puerta al paraíso, para muchos y muchas). Me puse en cuclillas y empecé a sacar fotos. Mal sitio para ponerme, pero el trabajo es el trapajo. - Ye lo que hay-. Era el mejor enclave para observar, y más ahora que llegan las Navidades, a esa gente que sirve de carnaza a cientos y cientos de establecimientos. Por mucha crisis que haya, parece que lo hacemos por instinto, pero seguimos dejándonos "las perras" de una manera obsesiva.


Calle Uría. Oviedo. 2010

Después de estar en Uría, me adentré por una de las calles paralelas. Me acerqué a un escaparate para hacer unas cuantas fotos. Supuestamente, no esta permitido, pero las normas están para saltárselas. Tampoco iba a hacer espionaje industrial, ¿es posible que me acusasen de ello?. Cuando me encontraba concentrado, ante una simple plancha y una tabla de planchar, una de las dependientas del establecimiento salió a la calle y se dirigió a mi: - Oye majo, el jefe nos dijo que no esta permitido sacar fotos al escaparate-. Le contesté en caliente, la pobre dependienta no tenía culpa de nada: - Vale, vale, no pasa nada. Dile a tu jefe que ya hice unas cuantas, que no necesito más-. Me salió de dentro, pude parecer un poco borde, pero la dependienta se lo tomó a cachondeo. Que maja, rezaré para que le suban el sueldo.

Escaparate. Oviedo. 2010

A continuación, dejando atrás a la dependienta, opté por irme a tomar un café, estaba empezando a nevar y he de decir que no puedo arriesgarme a que la cámara pillase un constipado, en todo caso, prefiero cogerlo yo aunque me cueste estar tres días en la cama. Desde el interior del bar, se podía observar como caían los copos de nieve y como la calle se vaciaba en segundos. Esperar a que pasase alguien era como esperar ese autobuú Avilés-Oviedo paradas, que parece que nunca llega...

Desde el interior de un bar. Oviedo. 2010

La cosa tenía pinta de mejorar, así que volví a salir a la calle para seguir viendo más y más de lo mismo. Desaparecían los paraguas y reaparecía ese ir y venir de personas del que os hablaba al principio. En los pasos para peatones la gente se arremolinaba, quizás esperando aprovechar los últimos minutos antes del cierre de los comercios.

Espera. Oviedo. 2010

En estos instantes me acuerdo de Marisa, la protagonista de mi viaje anterior a La Trapa. Envidio por momentos su forma de vida, alejada de tanta hipocresía y falsas apariencias. ¿Quién estará más solo?, ¿ella? o por el contrario, ¿nosotros?.

Mirada a un escaparate. Oviedo. 2010