Avilés: Mi Villa

Me siento muy ligado a Avilés, no solo porque es donde nací, sino por montón de circunstancias personales.




Desde que era niño, visitaba a mis abuelos en el barrio de La Texera, en Versalles.
Raro era el fin de semana que no me pasaba por allí para atiborrarme a croquetas y de todos aquellos "manjares" que tenía censurados en casa. Se trata de un poblado obrero, de edificios de piedra y ladrillo visto, como muchos de los que hay en otras zonas industriales de Asturias. Cuando llega la noche, se ilumina con una luz anaranjada que consigue crear una atmósfera más que interesante para todo amante de la fotografía.

Con el paso del tiempo, el piso se quedó vacío y, cosas del destino, seguí bajando. Me pase largas temporadas habitando ese tercero, "peleando" con los vecinos del segundo, duchandome rápidamente porque el agua caliente duraba apenas cinco minutos, poniendo cinta de carrocero alrededor de las ventanas a modo de aislante del frío, pisando la dichosa baldosa que siempre se movía, sin ascensor, pero bueno... uno se acaba acostumbrando. Fue durante tres años, entre otras cosas, el lugar en el que me pase horas y horas trabajando noche y día para sacar adelante los estudios, y creo que lo conseguí. Por todo esto y por mucho más, le guardo especial cariño a Versalles.

No son pocas las caminatas que me pegaba desde Versalles hasta "el centro", previa parada en el quiosco para comprar unas pipas y disfrutar durante el trayecto, pasando por el Arbolón y llegando a Rivero. Esta calle, en sus tiempos, era el centro neurálgico de la zona de copas. Y digo en sus tiempos porque esto va por rachas. Ahora por ejemplo, Sabugo o Galiana son las más concurridas. Raro es el día que pase por Rivero y no me encuentre en la puerta que da al Parque Ferrera a ese hombre de barba poblada y gafas que muchos conoceréis, con su gabardina, siempre fumando, a la espera de que le den alguna limosna o un cigarrillo. Es más, aunque no le des nada, no te pone mala cara, ¡te bendice!. Esta calle sin él no se que sería...

Entrada a la Calle Rivero. Avilés. 2011

La Villa fue participe de mis primeras salidas, juergas y de eso que se llama "amor". -¡Qué dira de mi la Villa!-. Fué en Avilés, más en concreto en el Instituto Menendez Pidal, donde empecé a tomar contacto con el mundo de la fotografía. Creo que gracias a ello acabe de una forma u otra en la Escuela de Arte de Oviedo, buena elección. Sus gentes, sus calles, sus visitantes, hacen a esta villa envidiable. Es difícil encontrar a alguien que la haya visitado y no se quede con las ganas de volver.

Por otra parte, sus
calles empedradas y de estilo medieval, le dan un toque rustico a esa ciudad por la que transitan día a día centenares de personas. En Avilés, siempre vas a tener algo que hacer. ¿Porqué no pasarse por La Ferreria a tomarse un café en "El Cafetón", unas sidras en Sabugo, unos vinos en Galiana, un paseo por el Parque Ferrera o una reunión de amigos en "La Cantina"?.

La Ferreria. Avilés. 2011

Hablamos de Avilés como un núcleo donde la siderurgia y la pesca eran los principales ingresos de su economía. Recientemente se ha inaugurado el Centro Niemeyer, construido sobre antiguas plataformas de lo que fue industria y a la vera de la ría. Posiblemente, y espero, sea un revulsivo para la ciudad, tanto en los aspectos económicos, sociales y culturales. Con ello, Avilés se abre al mundo. Confío que no quede en un simple capricho político... Animaría desde aquí a que este centro no solo acoja acontecimientos de gente con renombre, sino que sirviese de apoyo para las nuevas figuras. Porque siempre miramos lo que hay fuera, pero no lo que hay dentro de nuestras fronteras.

Pasado y presente. Centro Niemeyer. Avilés 2011

Esta es, y seguirá siendo, Mi Villa.

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