Me levanté temprano para coger la Feve en Avilés, dirección Pravia. El tiempo que pasé en el tren lo ocupé en cotillear un poco por la ventana (la luz era espectacular) y con Los Delinquentes amenizándome el viaje, una buena forma de empezar con energía la mañana. Al llegar a Pravia, me esperaba Lara. Ella iba a ser mi "guía" particular a lo largo de la jornada. -Pobrecilla, ¡no sabía a lo que se enfrentaba!-. Lo primero que hicimos fue tomar un café en la propia estación, con las prisas no me había dado tiempo a tomarlo en casa y yo sin un café no doi palo al agua. Tras ponernos al día, cogimos el coche. Destino: Salas.
Salimos de Pravia. Tras recorrer 28km, dejando atrás localidades como Cornellana, Casazorrina o Mallecin, llegamos a Salas, más conocida como "la Puerta del Occidente de Asturias". Lara me propuso subir a la Capilla del Viso. Cada 15 de agosto se celebra la Romería de Nuestra Señora del Viso, patrona de Salas. Para llegar, existen dos rutas: una a pie y otra en coche. Por falta de tiempo optamos por lo segundo. Tras ascender 5 kilómetros por una carretera asediada por multitud de árboles, llegamos a la capilla, desde donde se observa todo Salas. Me llamó la atención las pintadas que los fieles dejaban en las paredes de la propia capilla en forma de agradecimientos y peticiones a su patrona. Algunos de ellos repetían hasta "grafifti", unicamente variaba la fecha. En una de las pintadas se notaba que su autor, tenía gran conocimiento del uso del color. - ¡Anda que no daba el cante ese rojo sobre el blanco de la capilla!. La petición decía así: "Virgen del Viso, que María encuentre la felicidad". -Pues María, espero que la hayas encontrado-.
Seguimos por Ablanedo, La Espina, Salas, para acabar en Cornellana. En esta localidad, se encuentra el Real Monasterio de San Salvador, actualmente en muy malas condiciones. La iluminación que había a esas horas, proyectaba sobre el jardín colindante la sombra de la Cruz que preside el monasterio. Pasear por aquella zona me recordó una de las numerosas excursiones de colegio en las que nuestro único interés era comernos tranquilamente el bocadillo de chorizo y nuestras "chucherias". Como cambian las cosas con el paso de los años.
De nuevo cogimos ruta para conocer pueblos como Poles, la Arcellana, la Mallecina, la Arquera... Con tanta curva , en mi estómago la sidra y la comida hacian un coctel explosivo, pero bueno, la conductora lo hacía bastante bien y no hubo que hacer ninguna parada inesperada. Acabamos en Malleza, tierra de indianos. Esta buena guía, me sugirió subir al mirador de Somao. Ya estaba anocheciendo y como último destino, acabamos en la playa de San Pedro de la Rivera. De camino, nos cruzamos con un "rebaño muyeres", que me recordó aquellos tiempos en los que "mi güela" me dejaba en casa con "mi güelo" y marchaba a caminar con las vecinas. Que tiempos aquellos... Hacía años que no iba a esta playa. Allí pasé varias Nocheviejas, un buen sitio para dar la bienvenida al nuevo año rodeado de mi familia y amigos.
Llegamos a la estación. Mientras me despedía, un grupo de chicas adolescentes se amontonó en la entrada. Venian con un felpudo, marcos de fotos, maletas... no sé de dónde salieron, pero daba la impresión de que habían dado el golpe del siglo en el IKEA. Pretendian hacerse una foto, parecía que les estaba costando, así que me ofrecí a hacérsela. Me dieron la cámara, no sin antes activar el flash y decirme: -Solo tienes que apretar aquí-. Si es que así da gusto... Me puse delante de ellas, tras gritos de: - ¿Se ve el felpudo?-. Me dieron las gracias, no sin antes percátarse de que el felpudo había salido. Importante.
Ya en el tren, saqué la cámara y empecé a ojear las fotos que había hecho. Llegó el revisor ticando los billetes. Se quedó plantado delante de mí. En esta ocasion he de decir que me invadia la tranquilidad, porque llevaba billete... no como en otras ocasiones. Me miró fijamente, hasta que me espetó un: -¡Que cámara es?-. Ahí intuí que le gustaba la fotografía. Esto dio pie a una conversación que duro hasta mi llegada a Avilés, si llego a ir a Madrid juraria que este hombre seguiría hablando. Hasta intentó venderme un objetivo, pero no lo consiguió. Un tio listo el revisor. Me despedí con un: -Suerte con la venta-. Haber si vuelvo a coger la misma línea y con un poco de suerte no me cobra el billete...
Y como no, muchas gracias por este día Lara, ¡me has ayudado mucho!.